crudo

Hoy, por unos segundos, he sentido el poder. El poder concentrado en la punta del boli, sí. El poder ejercido como testigo, no de cargo, pero tampoco de boda. Bueno, un poco sí. Algo así como de testigo en los preliminares de la ejecución y consumación boderil. Vamos, que me ha tocado defender que mi amigo era el presunto contrayente, para lo que mi firma era algo fundamental (por lo visto). La presunta, por su parte, se hacía acompañar de una amiga que estaba dispuesta a defender, delante de quien fuera, que su amiga lo era suya y que era quien decía decir. No hemos aportado prueba alguna. Por mi parte, he afirmado lo que correspondía y negado lo propio, igual procedimiento que ha seguido la testiga. En el momento de rubricar lo afirmado y negado, me han sobrevenido las primeras veces de tantas cosas y las tantas cosas que he compartido con el, hasta ese momento, todavía presunto... los recreos, los veranos, las vespinos a 20km/h por los caminos, unas hermanas gemelas casi, pero no (ahora me da la risa), los conciertos, la uni, los viajes, el año de techo compartido, la separación de rutinas... más que un punto y aparte, esa firma suponía todo un fin de capítulo. O más fuerte aún, terminar un libro para empezar otro, con la pena que me da terminar un buen libro. Consiento, o no consiento? Firmo, o no firmo?

Un par de segundos. Dos segundos. Silencio en la sala. Salgo airoso: "...la firma chula!"

Aliviados todos, cenamos a base de sashimis, shusis, makis, magretes... y un helado frito de chocolate! que casi me hace saltar las lágrimas.