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Tomaba un café matutino de lunes cuando, a mi lado, un señor pide al camarero una cañita y un pinchito de sangre. Por un momento, ante tamaño atajo al lunes del personal, he creído caer en una ensoñación propia de la hora y el día. Como reactivo he hecho lo posible por despertar a los sentidos revolviéndome en el taburete. Con los ojos abiertos y el oído afinado, dirigidos de refilón al sujeto, me he frotado las manos con la pernera para evitar el escalofrío... uff agg... no me quito de la cabeza esos dados humeantes de color y textura de pesadilla. Con nariz y boca hundidas en la taza he apurado el café, he pagado y he huido de allí.
Para encontrar cosas más agradables seguí anoche con un ojo la ceremonia de los goya, mientras me entretenía, con el otro, en abrir una nueva ventana a otras ventanas. Pasen y vean y coméntenle a ella.
Para encontrar cosas más agradables seguí anoche con un ojo la ceremonia de los goya, mientras me entretenía, con el otro, en abrir una nueva ventana a otras ventanas. Pasen y vean y coméntenle a ella.